Es importante limpiar la piel dos veces al día, por la mañana y por la noche, para eliminar las impurezas acumuladas.

Utilizar un limpiador facial adecuado para tu tipo de piel. Por ejemplo, si tienes piel seca, busca un limpiador suave y sin alcohol. Para pieles grasas, opta por un limpiador que controle el exceso de grasa.

Masajea suavemente el limpiador sobre la piel húmeda con movimientos circulares, luego enjuaga con agua templada.

Evita usar agua caliente, ya que puede resecar la piel y provocar irritación.

La tonificación ayuda a equilibrar el pH de la piel y prepararla para recibir los tratamientos posteriores.

Usa un tónico suave y sin alcohol para evitar resecar la piel. Busca ingredientes calmantes como la manzanilla o el aloe vera,etc.

Aplica el tónico en modo de bruma o con las manos, con suaves toques sobre la piel limpia. No enjuagues después de aplicarlo.

La hidratación es fundamental para mantener la piel suave, flexible y protegida contra los signos del envejecimiento, la sequedad y los daños ambientales.

Elegi una crema hidratante o suero adecuado para tu tipo de piel y preocupaciones específicas. Por ejemplo, si tenés piel seca, busca productos con ingredientes humectantes y emolientes como la manteca de karité o el aceite de jojoba, etc.

Aplica la crema hidratante o el suero con movimientos suaves hacia arriba, cubriendo toda la cara y el cuello.

No te olvides de hidratar también el contorno de ojos con una crema específica para esta área.

El protector solar es el paso más importante en la rutina facial diaria, ya que protege la piel contra los daños causados por los rayos UV.

Utiliza un protector solar de amplio espectro con un SPF de al menos 30 y reaplica cada 2 horas si estás expuesto al sol.

Asegúrate de cubrir todas las áreas expuestas, incluyendo la cara, el cuello, las orejas y el dorso de las manos.

Elegi un protector solar que se adapte a tu tipo de piel, ya sea en forma de crema, gel o spray, y que sea resistente al agua si vas a sudar o nadar.

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